miércoles, 2 de noviembre de 2011

SLOW ROAD


Mis ojos atónitos no pueden mandar información relevante a mi cerebro, para intentar comprender la situación catastrófica hacia la que me encamino, sin ser causa de desmayo inminente o pérdida de consciencia; el autobús en el que viajo a una velocidad de vértigo (60 Km./h), acaba de invadir el lado contrario de la calzada por el que debería circular, por una carretera infectada de baches, de no más de 4 metros de anchura y sin señalizar, en un adelantamiento suicida a un camión cargado de ladrillos; frente a mí se acercan vertiginosamente de frente 3 bicicletas cargadas con bultos e incluso algún niño, creo recordar, y un autorickshaw, que logran salirse a la cuneta-huerto, esquivando el impacto en el último segundo y haciendo gala de una enorme dosis de obligada cortesía, así como de una agilidad digna del circo del sol; pero el drama solo acaba de comenzar, pues otro autobús de similares características nos reta lanzándonos continuas ráfagas de luces y claxon, de frente y a escasos metros de nosotros; mientras mis órganos dejan de funcionar y el sudor frio me empapa, los dos conductores aceleran impasibles con sus desafiantes miradas fijas; en el último segundo y por extrañas conjunciones astrales, unidas a la escasa velocidad, los dos autobuses pasan rozándose a ocupar cada uno su lado de calzada, mientras el conductor del camión escupe su porción de betel, sobre los restos calcinados y oxidados de otro vehículo , que Shiva olvido proteger.

El resto de los pasajeros duermen, anestesiados por la banda sonora de un vulgar y anticuado film de Bollywood, a todo volumen.


En España sin embargo, nuestros relucientes asépticos y recién lavados coches, circulan con sus finos motores de inyección, tapicería de cuero y aislamiento acústico, por cuidadas carreteras de 4 carriles por sentido de marcha, por lo que no nos queda más remedio que acudir el fin de semana a algún caro parque de atracciones, con montaña rusa, para sentir el riesgo de vivir, que en India es gratis.

Por suerte, gracias a la crisis y a la impermanencia, escucho y veo, los primeros síntomas de un lento e interesante cambio; según las últimas noticias, los actuales planes de crecimiento de infraestructuras viales quedan aparcados y solo hay dinero, por ahora, para mantener lo ya construido; craso error, si dejamos de mantener las actuales carreteras y los hoyos proliferan, el problema del exceso de velocidad, el excesivo consumo de carburante y la elevada tasa de accidentes por somnolencia, se desvanece; nadie podrá correr, por lo que nadie deseará 200 C.V. de potencia en un vehículo incapaz de circular a más de 80 Km./h; con 40 C.V. y un motor de 2 cilindros o eléctrico será suficiente para llegar a todas partes relajadamente y sin sueño; aunque mucho me temo que Repsol y los estresados ejecutivos para los que han construido el AVE y las autovías, no estará de acuerdo, yo seguiré apostando por la “slow road” y dejar de rendir culto a la velocidad.

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