sábado, 11 de febrero de 2012
CHARNELA REPUBLICANA
Bendito y vetusto diccionario al que solo acuden los nostálgicos. Hoy entre mis manos me revelas el sinónimo que busco. Precisando una acción que se abre de par en par a la luz de todas las posibilidades, como la Hija de la Republica que hoy descubro.
El tiempo se ha cumplido, lo que un día guardé esperando vientos propicios, ha de ser expuesto a la mirada de quién te quiso y entonces no te alcanzó. Hoy abro el arcón de tus escritos.
No me sorprende que la locura clave las tablas del puente que te acerca a la yaya.
Angustiada en su balcón, escondida tras la albahaca, viendo señales de luz que se lanzan desde aquella ventana. Y pocas horas después caen las bombas de las sombras por ráfagas iluminadas.
Mientras temblando desciendes hacia ese largo pasillo entre dos conventos; escapando a la caza.
O harta de escuchar a la abuela cuando reclama que estéis todos juntos por si lo peor pasa, corres bajo las balas que los “pacos” lanzan cuando las explosiones callan.
Tu narración carece de hilo. Te permites romper la trama, aceptar ilusionada lo que el hermano aviador te propone: Salir de España.
Los tinglados no te dejan ver nada. Desde la cubierta del barco se alejan los paseos con tu padre por las Ramblas. Tus hermanas luchan para no perder el apenas recién alcanzado derecho a ser. Voto femenino, mujer que se alza en la fabrica y en las aulas por primera vez; en una piel antes marcada por la bofetada. Y todas ellas viajan contigo.
Desembarcas en el frío. Y te conviertes en la imagen de España. Tu risa, desbordante de futuro, entrará con el desayuno en los hogares de la tierra alcanzada. Y por siempre serás de la Casa de Niños. En ese gesto que el periodista atrapa, miras a la izquierda, hacia la patria. Elegida Esperanza de todas las que quedándose, te acompañan.
No jugaras a bolchevique. Te gustará explorar los inmensos prados, lavarte en ríos sin nombre, cuando la sangre te nombre Mujer. Empaparte de la fuerza vital que brota en el bosque y que te salva de nuevo cuando otra guerra te suba al tren. Ha sido breve el lapso que te permite abrir los textos antes sellados: literatura, algebra, filosofía, todas las ciencias acuden a tu reclamo. Nunca viajaste sola.
Desde Moscú a Los Urales, meses huyendo de las bombas alemanas. Siempre la guerra buscando apagar tu mirada. Sobrevives con piel de patata y Amor con mayúsculas como tú lo llamas.
Otro aviador español te salva. Y solo a él entregas cuerpo y alma en el último viaje cuando el horror acaba. Vuelves a España.
Veinte años no son nada. Te sabes eterna, como tu Amor. Allí héroe, espía en ésta patria que mal os trata. Dejas madre bajo otra tierra el fruto primero de tus entrañas. Fértil Esperanza, los hijos que te nazcan cantaran nanas a la mañana. Dos dictaduras y un solo grito de tu garganta: Amor a la libertad de ser quién te plazca.
Con esa sazón aliñas nuestras sopas en la infancia.
Versos con ajo y pimentón engullimos en el hogar mientras el franquismo aún campa.
Rodeadas de hombres, tú y yo somos isla. En tu regazo templan todas las hembras su voz.
Has buscado los enigmas de los sueños, mientras yo jugaba con los libros de Freud.
Eres la primera en visualizar lo que la física quántica intentan descifrar. Y por ello, te llamaran loca.
En la tierra de tu esposo y de espaldas a una realidad que no te corresponde, decides ingresar en la Orden de los amplios espacios dónde la luz se niega a ser enjaulada.
Trasmutas el viejo dolor, ya sin lágrimas, cuando te dejo atrás, para alcanzarme.
También yo he de partir para lograrlo.
Y de vuelta te entrego mi cosecha. Tu nieto. Para que lo selles como libre y como hombre.
Solo quien bebe en la Fuente del Amor Incondicional, puede mostrarla. No imagino, sé que has alcanzado la conciencia de tu inmortal condición.
Y desde allí sigues manando, tan necesaria ahora como entonces, madre.
Charnela: zona de máxima curvatura de un pliegue.
Carmen Andrés. 27-1-2012
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