Chiang-Tzu, es el menos conocido de los clásicos filósofos chinos (550 a 250 A. de C.). Coetáneo de Lao-Tse y Confucio, prefirió llevar una vida de meditación y magisterio, a Ocupar algún importante puesto; su poesía esta llena de ironía y humor.
E aquí una muestra de su pensamiento.
Inteligencia pregunta a Indistinción
Inteligencia hizo un viaje al Norte hasta el agua oscura, subió al collado Indistinción y allí acertó a encontrarse con Actitud de no obrar. Inteligencia dijo a ésta:
—Desearía hacerte algunas preguntas. ¿Para conocer el Tao, en qué se debe pensar y sobre qué hay que reflexionar? ¿Dónde hay que situarse y cómo hay que proceder para conformarse al Tao? ¿De dónde hay que partir y qué camino hay que seguir para posesionarse del Tao?.
A estas tres preguntas Actitud de no obrar no respondió. No porque no quisiera, sino porque no sabía cómo responder.
Inteligencia, al no obtener respuesta alguna a sus preguntas, volvió de nuevo al palacio del Soberano y planteó sus tres preguntas al Soberano Amarillo. Este le dijo:
—Para conocer el Tao no se debe pensar ni reflexionar, para situarse en él no se debe adoptar ninguna posición ni ocuparse en nada, para poseer el Tao no hay que partir de nada ni seguir camino alguno.
Inteligencia dijo al Soberano Amarillo: —Nosotros dos lo sabemos, los demás no, ¿quién tiene razón?
-Es Actitud de no obrar quien está en lo cierto —dijo el Soberano Amarillo—, el loco encorvado parece que está en la verdad. Yo y tú, no nos acercaremos jamás a la verdad. En efecto el que sabe no habla; el que habla no sabe. Así el Santo practica una enseñanza callada. El Tao es inasequible, y la virtud no puede ser alcanzada, cuando la bondad puede ser practicada, la equidad abandonada, y el rito engendra la hipocresía. Así se ha dicho: «Perdido el Tao, sigue la virtud, perdida la virtud, sigue la bondad, perdida la bondad, sigue la justicia, perdida la justicia, sigue el rito». El rito es una hijuela del Tao y la fuente del desorden. Así se dice: «El que practica el Tao, disminuye su acción día tras día hasta llegar a la inacción, inacción que nada deja sin hacer». Hoy, es muy difícil volver a la raíz original; sólo el gran hombre lo logra sin dificultad.
»La vida conduce a la muerte. La muerte desemboca en la vida, ¿quién, pues, conoce el orden que preside este ciclo de vida y de muerte? La vida del hombre nace de una condensación del soplo. Condensándose el soplo produce la vida, dispersándose trae la muerte. Si muerte y vida se suceden una a otro, ¿por qué vamos a afligirnos?
»A decir verdad, todas las cosas son una misma cosa. Lo que hallamos bello es considerado maravilloso y lo que hallamos feo es considerado hediondo y podrido. La verdad es que la hediondez y la putrefacción se transforman en milagros y maravillas y los milagros y maravillas se transforman de nuevo en fealdad y corrupción. Así se dice: «En el universo no hay más que un solo y único soplo, por eso el santo venera la unidad».
Inteligencia dijo al Soberano Amarillo:
-Yo he preguntado a Actitud de no obrar y no me ha respondido; no es que no quisiera responder, sino que no sabía responder. Yo luego he preguntado al loco encorvado, éste ha querido responderme pero finalmente no me respondió, pues olvidó lo que quería decir. Ahora yo te he preguntado a ti, y has sabido responderme. ¿Por qué lo que tú sabes no se acerca a la verdad?
-Actitud de no obrar está en la verdad —respondió el Soberano Amarillo-, porque no sabía responderte; el loco encorvado parecía estar en la verdad porque olvidó lo que quería decir; tú y yo, no nos acercaremos nunca a la verdad porque sabemos hablar de ella.
Ante esta respuesta del Soberano Amarillo, el loco encorvado estimó que éste sabía lo que es la palabra.
Extracto del libro “Chuang-tzu obra completa”, versión Cristóbal Serra, edicions CORT
E aquí una muestra de su pensamiento.
Inteligencia pregunta a Indistinción
Inteligencia hizo un viaje al Norte hasta el agua oscura, subió al collado Indistinción y allí acertó a encontrarse con Actitud de no obrar. Inteligencia dijo a ésta:
—Desearía hacerte algunas preguntas. ¿Para conocer el Tao, en qué se debe pensar y sobre qué hay que reflexionar? ¿Dónde hay que situarse y cómo hay que proceder para conformarse al Tao? ¿De dónde hay que partir y qué camino hay que seguir para posesionarse del Tao?.
A estas tres preguntas Actitud de no obrar no respondió. No porque no quisiera, sino porque no sabía cómo responder.
Inteligencia, al no obtener respuesta alguna a sus preguntas, volvió de nuevo al palacio del Soberano y planteó sus tres preguntas al Soberano Amarillo. Este le dijo:
—Para conocer el Tao no se debe pensar ni reflexionar, para situarse en él no se debe adoptar ninguna posición ni ocuparse en nada, para poseer el Tao no hay que partir de nada ni seguir camino alguno.
Inteligencia dijo al Soberano Amarillo: —Nosotros dos lo sabemos, los demás no, ¿quién tiene razón?
-Es Actitud de no obrar quien está en lo cierto —dijo el Soberano Amarillo—, el loco encorvado parece que está en la verdad. Yo y tú, no nos acercaremos jamás a la verdad. En efecto el que sabe no habla; el que habla no sabe. Así el Santo practica una enseñanza callada. El Tao es inasequible, y la virtud no puede ser alcanzada, cuando la bondad puede ser practicada, la equidad abandonada, y el rito engendra la hipocresía. Así se ha dicho: «Perdido el Tao, sigue la virtud, perdida la virtud, sigue la bondad, perdida la bondad, sigue la justicia, perdida la justicia, sigue el rito». El rito es una hijuela del Tao y la fuente del desorden. Así se dice: «El que practica el Tao, disminuye su acción día tras día hasta llegar a la inacción, inacción que nada deja sin hacer». Hoy, es muy difícil volver a la raíz original; sólo el gran hombre lo logra sin dificultad.
»La vida conduce a la muerte. La muerte desemboca en la vida, ¿quién, pues, conoce el orden que preside este ciclo de vida y de muerte? La vida del hombre nace de una condensación del soplo. Condensándose el soplo produce la vida, dispersándose trae la muerte. Si muerte y vida se suceden una a otro, ¿por qué vamos a afligirnos?
»A decir verdad, todas las cosas son una misma cosa. Lo que hallamos bello es considerado maravilloso y lo que hallamos feo es considerado hediondo y podrido. La verdad es que la hediondez y la putrefacción se transforman en milagros y maravillas y los milagros y maravillas se transforman de nuevo en fealdad y corrupción. Así se dice: «En el universo no hay más que un solo y único soplo, por eso el santo venera la unidad».
Inteligencia dijo al Soberano Amarillo:
-Yo he preguntado a Actitud de no obrar y no me ha respondido; no es que no quisiera responder, sino que no sabía responder. Yo luego he preguntado al loco encorvado, éste ha querido responderme pero finalmente no me respondió, pues olvidó lo que quería decir. Ahora yo te he preguntado a ti, y has sabido responderme. ¿Por qué lo que tú sabes no se acerca a la verdad?
-Actitud de no obrar está en la verdad —respondió el Soberano Amarillo-, porque no sabía responderte; el loco encorvado parecía estar en la verdad porque olvidó lo que quería decir; tú y yo, no nos acercaremos nunca a la verdad porque sabemos hablar de ella.
Ante esta respuesta del Soberano Amarillo, el loco encorvado estimó que éste sabía lo que es la palabra.
Extracto del libro “Chuang-tzu obra completa”, versión Cristóbal Serra, edicions CORT