lunes, 28 de marzo de 2011

EL COCHE INTELIGENTE


Nuestros queridos vehículos de cuatro ruedas, cada vez vienen equipados con más gadgets, tecnología de última hora, que deberían regalar los concesionarios, pues nos convierten en carne de taller irremediablemente y son un acceso directo a nuestra tarjeta bancaria.

Conexiones inalámbricas, detectores de lluvia, de aparcamiento, start-stop, cambio automático, detector de presencia, antisalidas de via; cerraduras por huella digital, control de velocidad, etc., hacen de estos vehículos unos compañeros de viaje a los que solo les falta hablar.

El mío tiene más de12 años, no posee ninguno de estos artilugios y sin embargo ya habla, no es un caso inexplicable, ni tan siquiera extraño, casi diría que todos ellos hablan; como en el caso de el dialogo entre humanos, la premisa básica es querer escucharlos; acercarse con delicadeza, abrir sigilosamente la puerta, entrar de puntillas, sentarse y sin arrancar el motor, quedarse quietecito y en silencio el tiempo que haga falta, hay algunos que tardan 15 minutos, otros un par de horas; a algunos les cuesta romper el hielo, necesitaras varias intentonas y varios días, pero al final hablan, vaya que si hablan.


Entre el mío y yo, puede hablarse ya de amistad, yo le agradezco su puntualidad y sacrificio, a la de sitios hermosos que me ha llevado, cada día al trabajo sin rechistar, a ver a los amigos, me ha esperado pacientemente en los parkings de hospitales y aeropuertos, me ha protegido del viento, la lluvia, el granizo, incluso en alguna frenada brusca ha hecho que el derrapaje fuera en la dirección correcta para no colisionar; le he pedido perdón por que algunas veces lo abandono por la otra, la motocicleta, y me dice que sin problemas, que él no es celoso; vamos es que lo tiene todo.

El me cuenta que la edad no perdona, que ya tiene algún achaque, pero que cada puesta a punto, cambio de ruedas o lavado, recobra nuevas energías; los rasguños en la chapa que no le he reparado, no me los echa en cara y me dice que no me preocupe, que los considera un tunning , que le aporta personalidad; su deseo es seguir conmigo algunos años más y hemos llegado a un pacto de caballeros; por muchos modelos más rápidos, lujosos o atractivos que inunden el mercado, de el saldrá la iniciativa de jubilarse; según él, en su nacimiento y gracias a unos amigos, se libró de la obsolescencia programada y está encantado de hacerles un corte de mangas a los especialistas del marketing.

A la porra, dice, boicot, boicot, boicot. . . y es que es un rebelde con causa.

jueves, 10 de marzo de 2011

MASACRE ANIMAL


Limpieza étnica animal

Con este equitativo artículo, Joel Sangronis Padrón, nos relata la muerte de el último ejemplar de jaguar (felis onca), cuando contaba con 13 años de edad y la barbarie a la que sometemos a nuestros hermanos los animales.

“Soy vida que quiere vivir en medio de vida que quiere vivir…Albert Schweitzer”


En los días anteriores a su muerte, los cuentos y leyendas acerca de la ferocidad y peligrosidad de esa especie fueron la comidilla cotidiana de los habitantes del pueblo, sin embargo, yo no podía dejar de sentir solidaridad y compasión por aquella solitaria y acosada bestia, el último de los suyos en una tierra que ya no le pertenecía; sólo, enfrentando a enemigos miles de veces superiores a él en número y armados con avanzados instrumentos de muerte, sus oportunidades de vivir eran inexistentes.

El cadáver de aquella pobre bestia fue colocado en el capó de la camioneta de uno de mis hermanos para ser exhibido a lo largo de las calles del pueblo. A su pasó, la gente vitoreaba y aplaudía mientras la chiquillería gritaba y daba saltos detrás del vehículo en actitudes simiescas. A nadie le importaba que aquel ejemplar fuera el último de su especie en la región, por el contrario, celebraban con júbilo ese hecho. Aquel necrófilo espectáculo circense, aquella bárbara inconsciencia colectiva, me marcó de por vida. Razón tenía el filósofo Thomas Hobbes cuando afirmó que el ser humano era el animal más feroz, cruel, depredador y peligroso que jamás había existido sobre la tierra.

Traigo esta historia a colación para remarcar la despiadada y salvaje política de exterminio que la mayoría de los 6.700 millones de seres humanos que poblamos la tierra le hemos declarado, desde nuestra aparición, al resto de especies que, por derecho propio, comparten con nosotros este frágil planeta azul. Hoy, esa política se ha potenciado a niveles infernales debido al alucinante desarrollo tecnológico de nuestra capacidad de matar. Cada día, en los mares y océanos, perseguimos a sus habitantes con sonares, señales satelitales y sistemas de posicionamiento global. Especies como el Atún gigante, el rojo y el aleta azul ya se encuentran en peligro crítico de extinción, y no tienen a donde huir, donde esconderse de la barbarie tecnodepredadora de nuestra especie, ahora intensificada por el sistema capitalista en el que vivimos. Los Jaguares son cada vez más escasos en toda Latinoamérica. Especies como el Oso Hormiguero gigante, el Oso Frontino, la Danta (tapir), el Puma, las palomas igüiras y turcas, el Pato real, el Paujil Copete de Piedra y el Venado Caramerudo van siendo exterminadas con un celo y fanatismo que raya en la locura. Algunas personas pagan el equivalente al oro por platos de carne de animales silvestres en restaurantes que ya ni tan disimuladamente ofrecen este tipo de menús en varias ciudades venezolanas, todo ante la indiferencia de las autoridades. El Ministerio del Ambiente aun otorga permisos para realizar “caza deportiva”, término que aparte de configurar un estruendoso oxímoron denota insensibilidad e ignorancia por parte de quienes institucionalmente están en el deber de proteger a los miembros de nuestra fauna.

La naturaleza es diversa por definición y por necesidad. Millones de años de ensayo y error produjeron la riquísima explosión de formas de vida tan variadas y diferentes como necesarias para la estabilidad y supervivencia de todo el sistema biótico. La energía de la vida circula por los incontables canales de la diversidad; cada vez que clausuramos para siempre uno de estos canales estamos obstruyendo el sistema que nos permite subsistir.
Si sobrevivimos como especie a nuestra propia locura autodestructiva, llegará el día en que generaciones de humanos se horrorizaran y espantaran ante la criminal limpieza biótica que sus antecesores perpetraron en contra del resto de formas de vida de nuestro común hogar.

(*) Joel Sangronis Padrón es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela.
Joelsanp02@yahoo.com