viernes, 2 de marzo de 2012

ALUBIAS DE BOTE


Hace unos días, decidimos trasladarnos cerca de la localidad de Ares del Maestre, donde en sus inmediaciones se encuentra el “Barranc dels Horts”, lugar donde habitan sendos ejemplares de robles (quejigos) y carrascas varias veces centenarias , dignas de conocer.

El día de puro invierno, se las traía, fuertes ráfagas de viento nos azotaban desde bien temprano en un ambiente gélido, donde el sol, ya en el horizonte, intentaba sin demasiado éxito, echarnos una mano; al final de la mañana, ya de vuelta, decidimos subir a comer a Ares, concretamente al restaurante “Coll de Ares”, recomendado por algún tipo con suerte que comió allí o por algún familiar de la regente; el exterior estaba nevado y una docena de vehículos en su puerta, presagiaban un excelente desenlace, sin embargo . . .

Al traspasar su puerta, los vehículos comenzaron a parecerme señuelos; la desangelada estancia estaba ocupada por tan solo una solitaria mesa, cuyos comensales habían subido hasta allí para degustar- una paella- (?); en un rincon, una estufa de pega, se burlaba de nosotros con una irreal y sintética llama que no alcanzaba, ni de lejos a emular las fluctuantes e hipnóticas danzas de las llamas nacidas de la cálida madera y por supuesto las pocas calorías que irradiaba cansinamente, se disipaban mucho antes de poder llegar a nuestros magullados y expuestos riñones.

Deseamos un plato único caliente y de cuchara le sugerí a la gerencia.
Tenemos macarrones, (comida de niño, pensé yo), y alubias, respondió.
Pues sean las alubias, le dije, una botella de vino enterita y arreando.
Las alubias tardaron mucho más que las pseudocalorias en llegar; tras la primera cucharada de cata, comprendimos la razón, la lata no debía llevar abrefacil; durante la degustación del degradado plato intentamos descubrir, a base del análisis pormenorizados de sus delicados sabores, si era de Hacendado o de Litoral, al final coincidimos en otorgarle el dudoso honor a la primera y que había subido a lomos de borrico o en helicóptero, como en los refugios pirenaicos, por su elevado precio; por otro lado,las susodichas, deberían llevar algún producto antiflatulento, pues a la ventisca exterior no sumamos ni un solo gas añadido, evitando así, deteriorar aun mas si cabe, la ya precaria capa de ozono; toda una sutileza, digna de la Coselleria de Turismo o de Medio Ambiente,que nos vende tradición y gastonomia de interior, efectivamente las alubias eran del “interior”de un envase..

Por suerte el vino peleón, que aunque debido a sus rancios taninos, se resistía a salir de la botella, conseguimos engullirlo, tras un par de padrenuestros, suficiente para enfrentarnos a Eolo, que muy disgustado por diossabeque, esperaba exultante nuestra salida.
Por supuesto mi despedida no fue Namasté, sino “Esto está de muerte abuela”, parodiando al popular sketch televisivo.


1 comentario:

andres miguel dijo...

!Gracias tio por sacarme unas largas sonrisas por tu escrito,!Muy bueno!