martes, 24 de mayo de 2011

LA NATURALEZA VACIA DEL YO

Nadie puede confirmarnos que somos, aunque todo el mundo trata de decirnos lo que somos. En este ser desnudo y sin etiquetas al que se puede asignar cualquier cualidad —aunque carece en sí mismo de todas ellas— va incluido todo: bueno y malo, positivo y negativo, luz y oscuridad, placer y dolor, palabras y silencio. Ese ser desnudo, según el budismo, está tan desnudo que trasciende los calificativos de ser y no-ser, de existencia e inexistencia o, como se dice en términos tradicionales budistas, está más allá de los extremos del eternalismo y el nihilismo. No se le puede aplicar ninguna de las cuatro posibilidades lógicas: es, no es, es y no es, y ni es ni no es. Escapa a cualquier concepto y los incluye a todos.

Podemos poner en duda no sólo nuestra manera de ser sino también nuestra manera de existir. Por ejemplo, ¿acaso la existencia del yo resulta tan evidente? Ese yo cuya existencia parecía legitimada, para Descartes, por la presencia misma del pensar, ¿en qué zona del cuerpo se halla ubicado? ¿En la cabeza, en el tronco, en las extremidades? ¿Es posible que el yo resida en el cerebro? Si fuera posible trasplantar el cerebro de un individuo a otro ¿cambiaría por ello su sensación de identidad? Cuando se amputa un miembro ¿podemos decir que el yo ha sufrido también una amputación? ¿Cuando cambia la forma del cuerpo, cambia también la forma del yo? Ahora que está tan de moda la cirugía plástica, ¿las personas que se cambian la nariz, los pechos, el color de los ojos, etcétera, experimentan por ello algún cambio en su sensación de identidad? Rotundamente, no. Es absolutamente imposible identificar el yo con ninguna parte del cuerpo o con la totalidad del mismo.

En ese caso, es posible que el yo exista separadamente del cuerpo pero esta posición también parece absurda y poco obvia porque, en tal caso, ¿qué necesidad habría de un yo que no mantiene relación ninguna con el cuerpo?

Entonces quizás sea posible localizar al yo en los sentimientos. Pero éstos, como sabemos, cambian rápidamente, de modo que si un día nos identificamos con el apego o lo que llamamos amor, al día siguiente nos identificamos con el rechazo y el odio. Un mismo objeto o persona puede generar en nosotros sentimientos muy contradictorios a lo largo del tiempo. Por su parte, la vida fugaz de los pensamientos parece demasiado fluctuante para que pueda ser el asiento permanente del yo.

Sin embargo, tampoco parece prudente concluir que el yo no existe en modo alguno puesto que constituye el centro de nuestra vida física, emocional y mental. Sin embargo, es imposible verlo o percibirlo directamente. Sólo vemos sus reflejos, aunque no haya nadie ante el espejo. Es imposible convertir al sujeto en un objeto. Cualquier cualidad que asignemos al sujeto no le pertenece porque las cualidades y las determinaciones pertenecen a la esfera de los objetos.

El yo es una superposición efectuada sobre un flujo de pensamientos, sensaciones, percepciones, etc., más o menos sutiles. Sólo hay que dejar fluir, con la menor interferencia posible de nuestra parte, los pensamientos que sostienen la identificación del yo .

El camino pasa, pues, por la deconstrucción y la revisión de nuestros procesos perceptivos, afectivos y cognitivos. Tenemos que comprender cómo funciona la realidad intentando contemplarla desde diferentes perspectivas y también, en la medida de lo posible, desde ninguna perspectiva en absoluto o, si se prefiere, desde la perspectiva del no-yo. El camino es la duda, es decir, la indagación directa de lo que aparece, poniendo entre paréntesis o en tela de juicio hasta nuestras asunciones más evidentes y cotidianas.

jueves, 19 de mayo de 2011

EL MARRUBIO

El Marrubio, ( marrubium vulgare L.) es una de esas plantas que la comercialización ha dejado de lado, quizás por su cercanía y proliferación; este mes de mayo está perfecta para su recolección; se encuentra en muchos de los bancales y ribazos olvidados de las afueras de cualquiera de nuestros pueblos valencianos.


Recolección: segar la parte aérea de la planta (tallos tiernos), secar a la sombra en lugar aireado. Guardar en envase de papel o cartón.

Esta planta perenne de la familia de las labiadas, suele llegar hasta los 1,20 cm. de altura, Las hojas de esta planta medicinal son arrugadas, grisáceas por arriba y en el envés de color blanquecino. Son las sumidades floridas las que concentran en mayor proporción los principios activos de la planta que la convierten en un eficaz remedio contra las afecciones respiratorias. El principio activo está constituido por la marrubiína. Además, abundan otros componentes como marrubiol, peregrinol, vulgarol, flavonoides, taninos, mucílagos, sales minerales como el hierro y el potasio, así como vitamina C.

Por sus propiedades antitusígenas es una planta especialmente indicada para tratar los resfriados, bronquitis, ataques agudos de asma, y sobre todo, todas aquellas afecciones respiratorias acompañadas de tos, ya que hace más fluidas las secreciones bronquiales. Además, el marrubio estimula el apetito que normalmente se pierde cuando se está resfriado y desganado.

Es expectorante, antiséptico, febrífugo, buen tónico del aparato digestivo y del corazón además de colerético (estimula la función de la vesícula biliar).

La infusión se prepara con 10 a 30 gr. por litro de agua; se vierte agua hirviendo sobre él, se tapa y se deja reposar 5 minutos; yo suelo añadirle una nube de leche, miel o azúcar de caña; tiene un agradable y peculiar sabor amargo.

Dosis: infusión, 3 tazas al día, antes de las comidas.

viernes, 13 de mayo de 2011

POEMA RIO TURIA


Pescador de sí mismo. Ser uno con el río
Y que la presa se entregue a su fluido destino.

De gusano a pez.
Después a piel de tu geografía inmensa.

Tal vez axón o molécula.
En el perfecto ensamblaje de tus agregados,
Cuerpo humano, aún humano.

Dilucidando meta, decantando destino
Junto al murmullo del río.

En su canción que acuna
Todos los anhelos que se remansan
Ante el espectáculo que no cesa.

Desde el dulce matiz otoñal a la ventisca
Que azota y brama entre las ramas
Para dejar tras de si mullida alfombra dorada
De fósiles corazones que se encorvan
Ante la disolución de su forma.

Como no empecinarnos en el néctar
Que se nos regala, que nos abraza sin lacerar
Igual que este sol otoñal.

En la tapizada alfombra dónde puedo
Abrir mi corazón y dejar que el jilguero
Y la onda en el agua me recuerde,
Permitan una reunión anticipada.

Que esto solo es el regalo de bienvenida
A la vida-muerte que todo lo alcanza.
……………………………………………..
Carmen Andrés de Miguel. Río Turia, 5-10-10