miércoles, 4 de agosto de 2010

ZUMO DE FRUTA O AGUACHIRRI


Una de las cosas que más me gusta de India es poder tomar en cualquier momento del día y en cualquier lugar un buen zumo natural de frutas recién exprimido y sin agua añadida, los hay de papaya, mango, plátano, granada, manzana, naranja, etc., amén de los “lassis” y zumos de caña de azúcar ; no hace falta entrar a un establecimiento especializado ni siquiera a un bar, los tienes por todas partes e incluso te los traen sin bajarte del autobús; ricos, ricos y rebosantes de vitaminas, dulces o como más me gustan, con un poquito de “sal masala”.
Un placer al que solo se tiene acceso en el tercer mundo. Aquí en el paradigma de la evolución cultural, en la meca del desarrollo, nuestra legislación, que trabaja denodadamente por nuestra salud, nos ofrece una amplia gama de posibilidades para nuestro desayuno diario; a saber,café, café con leche (o sucedaneo), infusiones, (te, poleo, manzanilla), que deberían venderse solo en tiendas de artículos de broma y el susodicho zumo, 5 % de extracto en polvo, azúcar o sustitutivos, para los peligrosos “light” y aderezados con un buen surtido de colorantes y aditivos, como no, autorizados por nuestros paternales y generosos gobernantes, que velan por un precioso envoltorio, fascinante y colorista y no por un producto sano, nutritivo y de calidad.
Podemos culminar la perfección con una o dos piezas de bollería industrial (única apta para el consumo humano en estas latitudes), croasans, donuts o magdalenas, asépticamente empaquetadas y con su R.S.I., (registro de sanidad industrial) obligatorio, aseguraran una dosis diaria de colesterol digna de el voluminoso ciudadano medio americano. El colmo de la desvergüenza es que estos productos se ofrezcan a los niños en las escuelas para almuerzos en las maquinas dispensadoras.
Posiblemente muchos de estos aditivos serán catalogados como “peligrosos”, tras 20 años de estar autorizados; no sería la primera vez que Sanidad en coalición con el capital, nos utiliza como conejillos de indias.
Nuestras calles están muy limpias y pulcras, nuestros bares radiantes de metacrilato y acero inoxidable, a base de Mistol; nuestros restaurantes de punta en blanco y nuestros camareros con pajarita y frac; perfecto, pero este “envoltorio” no garantiza la calidad, al contrario, nos predispone para comer bien, pero la parte final, la comida, falla; es, no ya tercermundista, sino para analfabetos culinarios; la calidad de un buen zumo, de un lassi, de un chapati callejero indio, es imposible de encontrar en estos lares, gracias a la absurda legislación que prohíbe los puestos en la calle, argumentando su insalubridad y aumentando así la enorme tasa de paro de este país.
Por mi parte y con ayuda de la licuadora, intento recuperar esos sabores tan escasos en nuestro entorno y que nos dan un gran ejemplo de lo que es una verdadera democracia.

Texto y foto : Jose L. Rubio